No me hables de depresión. No, cuando sólo estás triste o tienes un mal día. No cuando sientes melancolía o extrañas a alguien o tienes una mala racha.
No me hables de depresión porque si la gran sombra no se ha comido tu espacio, no se ha sentado en tu pecho y no ha cerrado tus puertas y ventanas, no sabes de qué hablas
Yo tampoco lo sabía. Hace poco me preguntaron: ¿Tú qué pensabas de la depresión antes de padecerla? Y sólo pude responder: Nada, no tenía ni idea. Creía que la gente deprimida era cobarde, o estúpida, o no sabía apreciar su vida. Creía que se podía curar. Creía que era una situación pasajera, poco menos que un capricho.
Hasta que me agarró, me tiró, me dejó ciega y sin habla; hasta que me quedé sin fuerza para levantarme y para pedir ayuda; hasta que sentí que todo el mundo dejaba de entenderme como yo no entendía antes; hasta entonces, no supe de qué estaba hablando cuando hablaba de depresión.
No, tú no estás “depre” cuando estás de capa caída o inapetente; tú no tienes depresión cuando te entran ganas de llorar.
La depresión vive contigo, vive en ti, vive alrededor de ti, en todo lo que dices y lo que callas, en lo que respiras, sueñas y comes, en lo que haces y en lo que no puedes.
Pero puedes vivir. Vivimos y no pasa nada. Somos personas normales. A veces nos medicamos, a veces tenemos tratamientos o terapias. A veces estamos mejor y a veces peor. Pero no somos seres tristes y oscuros, no somos sombras.
Luchamos contra nuestras sombras.
Boxeamos.
Y de vez en cuando, ganamos.
Mejor explicado imposible!
Me gustaMe gusta
¡Aplausos!
Me gustaMe gusta